La supremacía blanca, no solo opera como un sistema de dominación externa, sino como una estructura psíquica que infiltra la conciencia de los pueblos oprimidos

Por: Pensamiento Negro Becerra

Hace algunos años, varios hermanos, entre ellos Renaciente y Hernando Umaña,me introdujeron a los estudios del ancestro Dr. Amos Wilson. En su obra, Wilson disecciona con precisión cómo opera la supremacía blanca, no solo como un sistema de dominación externa, sino como una estructura psíquica que infiltra la conciencia de los pueblos oprimidos. Su análisis es una advertencia: la supremacía blanca no es únicamente un problema de quienes la ejercen, sino también de quienes, habiendo sido moldeados por su lógica, llegan a replicar su violencia sobre sí mismos y sobre los suyos. Esta internalización de la opresión no es exclusiva de los Estados Unidos; en América Latina, donde el racismo se camufla tras discursos de mestizaje y democracia racial, la herida colonial sigue supurando en cuerpos que han aprendido a verse con los ojos del opresor.

Wilson nos obliga a enfrentar una verdad incómoda: la descolonización no puede ser solo un acto externo, un ajuste de estructuras visibles, sino una revolución profunda del pensamiento, un desmontaje del yo colonizado. Frantz Fanon ya lo advertía: la liberación no es solo cuestión de romper cadenas, sino de desprogramar la mente esclavizada. En América Latina, donde la supremacía blanca ha reconfigurado el poder bajo nuevas máscaras, el desafío es doble: desenmascarar la opresión estructural y extirpar su veneno de nuestra propia subjetividad. Porque sin esa batalla interior, la revolución será un espejismo, una jaula con barrotes nuevos pero con el mismo viejo amo.

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